¡PRÓXIMAMENTE!
MI NOMBRE ERA GEOVANNA
–Hija... ven –mi padre me separó de ella –te haces daño. Vamos a casa.
–Ve con tu papi –Los ojos de la mujer brillaron... eran tiernos –ahora eres su razón de vivir –continuó. Papá me tomó entre sus brazos y nos fuimos alejando... atrás quedaba el rostro opaco de aquella madre adolorida... aquella que nunca jamás volvería a ver a su pequeña.
–No llores mi amor. En casa te esperan con una sorpresa –dijo papá, yo permanecía recostada en su hombro y con la mirada perdida en aquel rostro que se desvanecía entre la multitud. El acariciaba mis cabellos mientras caminaba hacia el auto.
–Listo. Por fin estaremos en casa acertó mi padre colocándome en el asiento trasero de la camioneta. No dije nada, solo permanecí callada mientras nos adentrábamos a la ciudad. las lágrimas en mi rostro se habían secad y con la mirada clavada por la venta pregunté a papá.
– ¿A qué casa iremos?
–A la casa preciosa. A nuestra casa.
–Y ella ¿Estará ahí? –pregunté refiriéndome a Nicole. –Si mi amor. Ella estará con nosotros nuevamente. Hace unos días le pedí una disculpa por todo lo sucedido. Lo que ella te daba efectivamente eran medicinas para tu enfermedad. El doctor Mike dijo que eran fuertes pero muy efectivas para tus dolores.
–Papá...
–Hija por favor... todos merecemos una segunda oportunidad –No dije nada y preferí quedarme callada. Papá conducía a casa y yo simplemente contemplaba el paisaje por la ventana.
–Hemos llegado –dijo mi padre. Levanté la mirada y pude contemplar aquella enorme mansión. Mi casa. La casa de la que meses atrás había salido...
– ¡Sorpresa! –todos gritaron.
Globos y serpentinas adornaban aquella sala. Me sentía alagada pero a la vez... un sentimiento de soledad permanecía muy dentro de mí. Sentía que mi vida ya no tenía sentido, estaba inmersa en una sociedad donde ya no veía mi futuro, donde en ocasiones no sabía quién era... todos decían quererme pero sus actitudes eran todo lo contrario.
–Me alegro que ya estés de regreso.
–Gracias María –Sonreí casi sin ganas.
–Bienvenida –dijo Pedro con la misma seriedad que lo caracterizaba.
–Te extrañé mucho mi pequeña –Nicole se acercó, no quería verla a los ojos, así que temerosa levanté mi rostro y observé a mi padre que se encontraba a mi lado, el tan solo sonrió e insinúo con la mirada que debía corresponder, bajé la cabeza–, Te quiero – continuó Nicole. Cabizbaja solo sentí como sus manos acariciaron mi rostro antes de alejarse unos pasos.
–No sabes cuanta falta me hiciste estos días –la chica de limpieza se acercó y colocó una de sus manos en mi mentón, Alcé mi rostro y vi una sonrisa en sus labios–. Esto es para ti –se inclinó a mi altura y extendió su brazo. Era una cajita de color plata–, esto es para ti.
– ¿Para mí? –Pregunté un tanto desconcertada.
–Sí, para ti, creo que esto te pondrá alegrar el día –con ansias y muchas dudas a la vez, tomé la pequeña caja y con la más grande curiosidad empecé abrirla, en su interior no estaba lo que yo imaginé, era algo mucho mejor, algo que cautivo todos mis sentidos he hicieron de aquel momento algo inolvidable.
– ¿Te gusta? –preguntó. No dije nada, levanté la mirada y al igual que los míos, sus ojos estaban brillosos casi a punto de llorar. Extendió sus brazos y yo la tomé del cuello fuertemente, nos ahogamos en un inmenso suspiro lleno de emociones.
– ¡Pero cómo es posible! –interrumpió mi padre con un tono de asombro.
– ¡De dónde sacaste eso! –Nicole también preguntó.
No sé por qué pero, aquello causo tanto asombro entre los que ahí se encontraban.
–¡De donde sacaste eso! –preguntó mi padre nuevamente. –Perfectamente lo sabes Adam–, ella su puso de pie –¿O quieres que te vuelva a repetir la verdad?–Continuó.
Cesta
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